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Jorge Luis Borges
(1899–1986)


(El jardín de senderos que se bifurcan (1941;
Ficciones, 1944)


By this art you may contemplate the variation of the 23 letters...
The Anathomy of Melancholy,part. 2, sec.
      ii, mem. iv



         El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. 
         La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquirda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos.
         Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante
         Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. 
         Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.
         A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.
         El primero: La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.[1]
         El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice Oh tiempo tus pirámides. Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)
         Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables M C V no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podia influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.
         Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior[2] dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. 
         También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos
         De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.
         Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.
         También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.
         A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.
         Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los "tesoros" que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.
         También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. 
         Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece ínverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total[3]; ruego a los dioses ignorados que un hombre—¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!—lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.
         Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de "la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira". Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. 
         En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula Trueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mlö. Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres

dhcmrlchtdj

         que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos—y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).
         La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana—la única— está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.
         Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar—lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.[4]


Mar del Plata, 1941


[1] El manuscrito original no contiene guarismos o mayúsculas. La puntuación ha sido limitada al la coma y al punto. Esos dos signos, el espacio y las veintidós letras del alfabeto son los veinticinco símbolos suficientes que enumera el desconocido. (Nota del Editor).

[2] Antes, por cada tres hexágonos había un hombre. El suicidio y las enfermedades pulmonares han destruido esa proporción. Memoria de indecible melancolía: A veces he viajado muchas noches por corredores y escaleras pulidas sin hallar un solo bibliotecario.

[3] Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera.

[4]Letizia Álvarez Toledo ha observado que la vasta Biblioteca es inútil; en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común, impreso en cuerpo nuevo o cuerpo diez, que constara de un número infinito de hojas infinitamente delgadas. (Cavalieri, a principios del siglo xvii, dijo que todo cuerpo sólido es la superposición de un número infinito de planos.) El manejo de ese vademecun sedoso no sería cómodo: cada hoja aparentemente se desdoblaría en otras análogas; la inconcebible hoja central no tendría revés.

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        通過這種藝術,你可能仔細考慮二十三個字母的變體

        ——憂鬱的解析

       

        宇宙(另有人把它叫做圖書館)是由不定的,也許是無限數目的六角形藝術館組成的,在中心有巨大的通風管,周圍用低矮的柵欄相圍。從任何一個六角形看,我們可以看到無止境的上面或下面的書架層。二十個書架排放在周圍,四條邊上各有五個長書架——只有兩邊沒有,書架的高度也就是樓層的高度,很少超過一個普通的圖書管理員的身高。沒有書架擺放的兩邊中的其中一邊有個狹窄的過道,通向另外一個藝術館。所有的藝術館都是相似的,在過道的左右兩邊是兩間小房間,一間供睡覺所用,只有站立位置那麼大。另一間是作為廁所使用。經過這部分,就是一架螺旋型的樓梯,樓梯一頭紮進無底洞又升至最高處。在過道處掛著一面鏡子,鏡子真實無誤地照出你的面容,人們習慣於從這面鏡子中推斷出:圖書館不是無限的,(如果宇宙真不是無限的,為什麼照出這個夢幻般的面容?)我寧願希望這張精心修飾的臉孔是虛偽的,並且是無窮盡的……

        光線從一些天體水果中發出。這些天體水果是按照照亮天空的天體的名字而稱呼的。天體水果有兩個,並在每個六角形中橫著飛行,他們所發出的光是連續不斷但又相當微弱的。

        像圖書館的所有人一樣,我年輕時也曾在此處旅行。我旅行是為了尋找一本書,或許是卡片目錄中的目錄,但現在我的眼睛已經很少能夠看懂我寫的東西。我準備在我出生的六角形中死去。我一旦死了,就不缺那些虔誠的手把我使勁地拋過柵欄的柱子,我的墳墓將是無法測知的空氣,我的軀體會無盡地往下拋,會腐爛,並在下墜產生的風中消解。我相信圖書館是無止境的。理想主義者爭辯說,六角形的廳是我們絕對宇宙,或至少是宇宙直覺的一種必要形式。他們又說:一個三角形或五角形廳是不可思議的。(神秘主義者聲稱,對他們來講,出神的境界顯示了一個包含著一本有無限伸展的封底的書的大廳,書的封底圍繞著整個房間。但是他們的聲明值得懷疑,他們的話語模棱兩可,那本無限迴圈的書是上帝。)請允許我,暫時地復述這個古典的斷言:圖書館是一個天體。它的正中心是任何六邊形,它的圓周是無限的。

        每個六邊形的每個牆壁都有五個書架。每個書架有三十二本相同版式的書,每本書有四百一十頁,每頁有四十行,每行大約有八十個黑體字母。在每本書的書脊上也有字母,但這些字母並不表明或預先說明每頁會講些什麼。我知道,有時候缺少某種關聯,看起來很令人費解。在我做總結前(結論的公佈,不管它的悲劇含義,可能是有關歷史的基本事實),我想先回憶一些公理。第一:圖書館確實存在。任何一個有理智的大腦都不會懷疑這個真理。它的最直接的推論是世界的永恆性。人作為不是十全十美的圖書管理員,可能是機遇或邪惡的物質世界創造者的作品。而充滿著全是書的書架,謎一般的書卷,為旅行者準備的堅持不懈攀登的梯子,和為坐著的圖書管理員準備的隱藏之處的圖書館,只能是上帝的傑作。為了看清存在於人與神之間的距離,只需把用我難免犯錯的雙手在書的後面幾頁隨便塗寫的粗魯的畏怯的代號與裏面的那些有機的字元相對照就可以知道。那些字元:精確,細緻,相當濃黑,有無與倫比的對稱性。第二:拼寫的代號有二十五個,這個證據使得對於三百年前(現行符號的最初手稿不包括阿拉伯數字或大寫字母。標點符號只有逗號和句號兩種。這兩個符號,加上空格號和字母表中的二十二個字母,總共是二十五個已經足夠的代號。這些代號是一個不知名的作者羅列的。)圖書館的通用理論系統的闡述成為可能,並且滿意地解決了一個任何猜測都無法弄清的問題。那就是關於幾乎所有書本的不定形性和雜亂性。我爸爸曾在一個迴圈數目1594的六邊形中看到過一本書。這本書是由字母mcv顛倒過來從第一行到最後一行重複出現而組成的。另外,在這個區域經常查閱的只是一些字母的迷宮,但是在倒數第二頁上,我看到了“零調整你的金字塔”等字。眾所周知的是:在一行有意義的文字或一個直截了當的注解中,都有無生命力的不和諧字的組合或文字大雜燴或不連貫的語意。(我知道一個很偏僻的地方,在那裏,圖書管理員都譴責從書本中尋找任何有用性,並把它比作在夢中或在某個人手掌雜亂的紋路中尋找生命意義的迷信之徒勞的習俗……他們承認書寫方法的發明者都模仿了這二十五個自然的代號,但他們又說這種模仿是偶然的,況且書本本身也沒有什麼意思。這種意見一我們可以看到——並不完全是錯誤的。)

        很久以來,我們一直相信:這些令人費解的書屬於過去或生疏的語言。但這點是真的,即最古老的人類——最初的圖書管理員,很好地利用了一種與我們今天在說的語言大相徑庭的語言。這點也是真的,向右幾英里處,語言是邏輯辯證的。而在書架九十層高處,語言是晦澀難懂的。所有這些,我重複一下,都是真實的。但是一成不變的總共四百一十頁的mcv與任何語言,不管是邏輯辯證或晦澀難懂都不對應。一些圖書管理員旁敲側擊地說,每個字母都能影響下一個字母。七十一頁第三行上的mcv的價值,和屬於同一系列,但在另外一頁的另外位置上的mcv的價值不一樣。但這個模糊的論點沒有能夠進一步發展:而有一些人把這些歸為密碼體系,雖然他的發明者不可能按這種方式構成這些字母,但是這個猜測已被廣泛認同。

        五百年以前,上層六角廳的主管曾看到過一本書,它和另(原先,每三個六角形都有一個主管。但自殺和肺部疾病使這個比例大減。我記得那些無可名狀的淒涼的景象:有許多個晚上,當我走下走廊和那些樓梯時,一個人也沒有碰到。)外所有的書一樣難懂。但這本書,差不多有兩頁都包含著相似的句行。主管要求一個四處漫遊替人破譯古代文字的人解釋這些類似的句行。這個人告訴他:這個句行是用葡萄牙語寫的。而另有人告訴他這些句行是用依地語寫的。最後用了快一個世紀的時間,這些句行總算被弄懂了。這是瓜拉尼人的薩莫那德——立陶宛方言,還附帶古典的阿拉伯語變音。而句行的意思也弄懂了:是用無限量的重複變幻的例子來解釋的關於組合分析的概念。這些例子使得一個天才的圖書管理員可能發現圖書館的基本原則。這個思想者發現:所有的書本,雖然種類繁多,但都是由一些統一的因素組成。包括句號,逗號,空格號,字母表的二十二個字母。他還引證了一個被所有的旅行者認同的觀點。那就是:在這個龐大的圖書館中,沒有兩本書是完全相同的。從所有這些無可辯駁的假定中,他推斷出:圖書館容納了一切事物,它的書櫃包含了這二十多個拼寫代號的所有可能的組合。(組合的數目,雖然很大,但不是無限的。)它們就是我們所有語言可以表達的事物的總和。包括關於未來的縝密歷史、天使長的自傳、圖書館的真實的目錄、數千種錯誤的目錄、這些錯誤目錄的謬誤性的展示以及真實目錄的謬誤性的展示、巴士底的諾斯替教的教義、對這個教義的評說、對這個教義評說後的評論、對你的死亡的真實記錄、用各種語言寫成的每本書的版本以及每本書的改編本。

        當我們聽到圖書館包含所有的書的第一個印象是感到非常高興,所有的人都認為自己是這些完好無損的秘密寶藏的主人,在某些六角形中,所有的個人問題和普遍問題都能夠得到圓滿的解決。宇宙被認為是正當的,並突然擴展到無邊無際的希望的空間。在那個時候有許多關於辯解手段的言論,關於道歉和預言的書,證明了世界上每個人任何時候的行動都是合理的,並為將來設置了許多奧秘,許多貪婪的人都放棄了他們原先在此出生的六角形,被一種為找到他們行動的正當解釋的空虛的目標所驅動,蜂擁而上梯子。這些朝覲者在狹窄的走廊裏爭吵,互相咒駡對方,在神聖的樓梯上互相殘殺,把那些騙人的書本憤然擲到地道的未端。然後,他們被遙遠地方的人們扔進太空,悄然死去。而有些人瘋了……辯解方式確實存在。我自己曾看到過這樣兩本書。都是關於未來的人們的,這些人們大概不是憑空想像的。但是苦苦尋求的人們忘記了,一個人找到屬於他自己的書,或這本書的完全不同的變體,能計算出的可能性接近於零。

        我們還希望人類的基本秘密——圖書館和時間的起源得到證明。而我們相信,這些重大的秘密可以用言語來解釋:如果哲學家的語言還不夠,這個龐大的圖書館會製造出我們所需要的出人意料的語言和必要的辭彙和語法。

        自從人類開始折磨這些六角形開始,四個世紀過去了……

        官方的尋求者:審訊人出現了。我曾見過他們執行任務。他們經常是精疲力竭的,他們講到了一架沒有臺階的樓梯,以至於他們幾乎摔死。他們又講到了有當地管理員的藝術館和樓梯。他們會不時地抓起一本最靠近的書,然後很快地翻閱,尋找一些可恥的字。但是,從沒有人發現過什麼。

        很自然地,由於深深的失望就產生了一些異常的希望。他們不能忍受那種確信在某個六角形中的某個書架上有寶貴的書,而這些書又是可望不可及的觀點,一個褻讀上帝的派別建議所有的尋求者放棄努力,並且建議每個地方的人搞亂字母和代號,直到它們被一種不太可能碰到的運氣——教會法規的書的指點後,再把這些字母和代號組合好。官方認為他們不得不發佈嚴厲的命令,因此這個派別消失了。但當我還是小孩子時,我看到過一個老人,他寧願長時間躲在隱秘處,在一個已被禁止使用的骰子筒裏放上金屬盤,無效地模仿著上天的混亂狀態。

        另外一些人,相反地,認為首要的任務是清除那些無用的著作。他們會侵入這些六角形,把那些不是經常出錯的證明書公佈於眾。他們還憤怒地只測覽一本書卷,並要求把所有的書架都毀掉。他們這種禁欲者似的清除一切的憤怒行為應該對這麼多書的無辜被毀負責。他們是受到了譴責,但那些哀痛這些寶藏被毀的人卻忽視了兩個眾所周知的事實。第一:圖書館是如此龐大,因此人類的任何毀滅行為都是微不足道的。第二:每本書都是獨一無二,不可替代的。但是(在圖書館全部範圍內)總可以找到成百上千本稍不完善的摹本,而這些摹本與原本只相差一個字母或一個逗號。逆著公眾言論,我敢推斷:這些淨化者所幹的好事的後果,已經導致了被這些瘋子的行徑所激發的恐怖感的擴大,他們被攻擊猩紅色的六角形的書本的這種狂熱所鼓動:猩紅色的六角形裏的書比通常的版本要小,有插圖說明,並且無所不能,具有魔力。

        我們也知道那個時代的另外一種迷信行為:書本的全能者。人們認為在某個六角形的某個書架上,肯定有一本書。這本書是所有另外書的密碼索引和完整的概要手冊,一些圖書管理員已經預先用過這本可以比作上帝的書。對這本遙遠的書的崇拜仍然存在於這個區域的語言中,許多朝覲者都想把它找到,他們整整一個世紀,徒勞地踏遍了每條道路,如何去找到這本書存在的六角形?某人提出了一種回歸法:為了找到書本a,首先查書本b,它會指出書本a的位置。為了找到書本b,首先查書本c,如此下去,永不停止……

        我也在這種探索中消耗了我的歲月。對我來說,我認為在宇宙的某個書架上可能有這樣一本全能的書。我向無名的神祈禱(我重複一下:除掉不存在的可能性,只需有這樣的一本書存在就足夠了。比如:雖然書架中有些書是在討論、否定和展示這種可能性,而另外一些書的結構正和一個樓梯的結構相對應,但是沒有一本書又可以充當一架樓梯。)

        保佑那些人——即使這在數千年以前,即使只有一個人——找到這本書,並能親眼閱讀!如果榮譽、智慧和快樂都不屬於我,就讓這些歸於他們吧!希望有天堂的存在,雖然我的位置是在地獄。就讓我受到侮辱並毀滅吧!希望證明這個巨大的圖書館合理!只需片刻,只有一種存在。

        那些褻讀上帝的人宣稱,荒誕是圖書館的準則。任何合理的(甚至謙遜和純粹的連貫性)都幾乎是不可思議的例外。他們講(我知道)這個發瘋的圖書館,它的危險的書卷常有被變成其他書卷的危險。而在其他書卷中,任何事物都像被一個狂熱的神靈一樣肯定,否定,直至弄得糊塗為止。這些言論,不僅譴責而且舉例說明了混亂狀態,明白無誤地表現了這些人的低級情趣和那種可怕的無知。事實上,圖書館包含了所有文字結構,二十五個拼寫代號所能變幻的表達方式。但圖書館並沒包括完全的荒誕性。至於說到這些六角形中,在我管理之下的最好的書的書名是《雷霆的梳過的轟隆聲》,另一本是《石膏約束性》,還有一本《axaxaxasmlo》是沒有意義的。這些書名包含了這些議題,開始看起來是不連貫的,但無疑它們產生了密碼或寓言式的辯解方式。既然它們是屬於文字方面的,這些辯解方式已經指出圖書館的假設前提。我不能把這些字母像dhcmr1chtdj組合起來。因為全能的圖書館還沒能預見到這種組合,圖書館某種秘密的語言也沒有包含一些可怕的意思。沒有人能夠清晰表述一個粗野的不太可能存在的音節,也沒有人能夠清晰表達一個不屬於任何一種語言的某個有權威的神的名字的音節。如果要講述這些音節就陷入了累贅的深淵,但這種無用的冗長的東西已經存在於這個圖書館的一個六角形的五個書架中的三十本書卷中的一本——它的駁斥的觀點也存在著。(無限量的可能的語言都使用了同種辭彙。在某些語言中,圖書館的正確定義是“無所不在的”和“永恆存在的六角形藝術館體系”,但是圖書館又是“賴以生存的事物”或“金字塔”或另外一些東西。而定義圖書館的十九個字又隱藏著另外的含義。你作為讀者,能確信已懂得我的語言了嗎?)

        這種有條不紊的寫作使我對人類的現狀感到困惑。但是世上萬事都已被人寫盡的事實又使我們感到無用和精疲力竭。我聽說有個地方的年輕人,他們甚至不能領悟一個字母,但還是瘋狂地翻閱著這些書。流行物、異教徒之間的爭執和朝聖都不可避免地墮落成強盜行徑,這種行徑已經毀滅了人類。我記得我曾經提到越來越頻繁的自殺行為,可能我受到了年老和恐懼的欺騙,但是我懷疑人類——獨一無二的人類正在走向滅亡。然而這個圖書館卻會永遠存在,充滿著寶貴的書卷,無用的,但又不會腐蝕的秘密,靜止的,但又是光輝燦爛的。

        我剛剛寫到了“無限”這個詞。我不僅僅是從修辭習慣來篡寫這個形容詞。我說:認為這個世界是無限的是不合邏輯的。那些斷定世界是有限的人認為在遙遠的地方,這些走廊、樓梯和六角形都會難以置信地停止運行——個明顯的謬誤,而那些想像世界是無限的人忘記了世界中的書本的數目仍是有限的,我敢對這個古老的問題提出下面的見解:圖書館是無限的,但又是有週期的。如果有一個永恆的旅行者朝任何方向前進,他能夠發現,許多世紀以後,同樣的書卷仍以同樣的無序重複出現(而這種重複,能夠組成一種有序:那就是順序本身)。我的多年的孤獨也能在這個偉大的希望中得到快樂。

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